abril 16, 2019
La automatización del empleo
Listín Diario / Opiniones
Autora: Margarita Cedeño de Fernández
La pasada semana comentamos el concepto que han implementado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para describir una nueva estrategia de desarrollo en los países que han experimentado notables mejoras en sus indicadores económicos. Lo han llamado el desarrollo en transición.
También durante esa semana el secretario general de la OCDE, el mexicano Ángel Gurría, presentó un informe de alta relevancia que no debe pasar desapercibido en la República Dominicana, denominado «Bajo presión, la clase media exprimida». Es importante para nuestro país la lectura de este trabajo, puesto que nos hemos propuesto convertirnos en una nación de clase media, lo que implica y requiere el diseño de políticas públicas que alivien la fuerte carga que lleva esta clase social.
El informe de la OCDE nos enfrenta ante una realidad que se repite en todo el mundo: la clase media está disminuyendo, aún en los países ricos. Los salarios de la clase media «permanecen casi iguales desde hace varias décadas, con el agravante de que deben hacer frente a un considerable aumento en los costes de vivienda y educación», afirma dicho informe.
Aristóteles declaró que la ciudad fundada en la clase media sería la mejor organizada y la de mayor estabilidad, incluso afirmando que la comunidad política administrada por la clase media es la mejor. Pero se ciernen sobre esta clase grandes obstáculos y amenazas que aún le impiden alcanzar lo que debería ser el estándar de vida de esta clase social: tener las necesidades básicas cubiertas con una vivienda adecuada, un estilo de vida confortable, acceso a la educación y la cultura, trabajos estables y oportunidades para que la siguiente generación pueda ascender en la escala social.
Pero, además de esas presiones que ya hemos descrito, se vislumbran otros retos que requieren del accionar de las políticas públicas, en especial en lo referente a la automatización del empleo. El Foro Económico Mundial afirma que a pesar de que la automatización eliminará 75 millones de empleos, a la vez se crearán 133 millones de nuevas funciones, lo que significa que habrá 58 millones de puestos vacantes nuevos para la economía mundial.
Sin embargo, McKinsey Global Institute (MGI) pronostica que entre 400 y 800 millones de personas serán desplazadas de sus puestos de trabajo en 2030, debido a la automatización. En este sentido, el recién publicado informe de la OCDE insta a los Gobiernos a conjugar la necesidad de favorecer la automatización para el impulso a la productividad, con la necesidad de gestionar las pérdidas de empleo que esto podría implicar, sobre todo en las regiones con alta tasa de desempleo e informalidad.
Para ello, se requieren políticas públicas útiles, orientadas a la movilidad social ascendente y con enfoque particular en la educación. Esto quiere decir que requerimos una mayor inversión en el desarrollo de la educación de primera infancia, continuar el aumento de la calidad de la enseñanza pública, el desarrollo de sistemas de evaluación y monitoreo modernos, una mejor formación y selección de los profesores, así como sistemas de incentivos para los mismos, becas y préstamos para financiar la educación terciaria.
La automatización de los empleos es indetenible; esta impulsará el crecimiento de la productividad y contribuirá con el desarrollo económico mundial. Pero para estar preparados, nos corresponde mejorar las competencias y la eficiencia en todos los ámbitos de la sociedad.