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noviembre 13, 2018

La Gran Guerra

Listín Diario / Opiniones

Autora: Margarita Cedeño de Fernández

Los historiadores han estudiado desde muchas perspectivas, los sucesos que desembocaron en la Gran Guerra o la Primera Guerra Mundial, un conjunto de sucesos bélicos que involucró a las potencias industriales y militares en el período comprendido entre 1914 y 1918.

En este año se conmemora el centenario del fin de la Gran Guerra, razón que ha llevado a los países de lo que entonces fue la Triple Alianza (el Imperio alemán, el Imperio Austro-Húngaro, el Imperio otomano y el Reino de Bulgaria) y los de la Triple Entente (Reino Unido, Francia, el Imperio Ruso, Italia, Japón y Estados Unidos), a reunirse en Francia para recordar a los que perecieron como consecuencia de este gran conflicto. Más de veinte millones de personas fallecidas fue el resultado trágico de este fatal evento, que fue preludio y antesala de la Segunda Guerra Mundial, que luego dejaría 70 millones de muertes más.

El “Cisne negro” del que escribe Nassim Taleb -reivindicado en el país por el dilecto amigo Tony Raful– jugó su papel en este conflicto de escala mundial. El asesinato en Sarajevo del heredero al trono austriaco, el archiduque Francisco Fernando, no podía generar por sí solo un conflicto de escala mundial, pero desencadenó un conjunto de eventos desafortunados que llevó a que las tensiones existentes entre los países de ambos bandos, se exacerbaran al punto de causar la Gran Guerra.

El 1914 marcó un punto de inflexión. Churchill escribió que “la primavera y el verano de aquel año estuvieron marcados en Europa por una tranquilidad excepcional”. Pero al parecer, había en el aire ciertas patologías políticas y morales que crecían sin control, generando un idealismo que, en lugar de resultar en una revolución, generó una guerra, que a la postre generó revoluciones.

Julián Casanova escribía para El País, que “antes de 1914, la democracia y la presencia de una cultura popular cívica, de respeto por la ley y de defensa de los derechos civiles, eran bienes escasos, presentes en algunos países como Francia y Gran Bretaña y ausentes en la mayor parte del resto de Europa”. Ese era el caldo de cultivo para un conflicto beligerante que se esperaba fuera corto.

Sin embargo, la contienda se extendió por más de cuatro años, trayendo consigo la escasez de comida y materias primas que colocó al pueblo en contra de los imperios. Para el final de la guerra, sólo quedaban el imperio británico y el francés, todos los demás habían desaparecido.

La escasez mundial generada por una guerra que se extendió más de lo deseado, explica la ocupación militar norteamericana en la República Dominicana entre 1916 y 1924. El campo de batalla de la Gran Guerra eran los terrenos de producción de azúcar de remolacha y sus protagonistas eran los obreros de las grandes potencias mundiales. La inevitable alza en los precios que sobrevino impactó los grandes mercados, que respondieron con acciones como la escenificada en nuestro país, que generaron un saldo extremadamente positivo en la balanza comercial, que lamentablemente no se tradujo en una mejoría de las condiciones de vida de los dominicanos. Las consecuencias del conflicto, sin dudas, se extenderían aquí por muchos años por venir, incluyendo la aparición de la cruenta dictadura trujillista, a seguidas del dominio militar y policial de los años de la intervención.

El impacto de la Gran Guerra en América Latina en general es, todavía, un territorio poco explorado por la historiografía latinoamericana. Si bien es cierto que la mayor parte de los países de la región declararon su neutralidad, algunos se vieron obligados a subordinarse a los designios de Estados Unidos, como es el caso de Panamá y Cuba que eran protectorados de tratados; y Haití, Nicaragua y nuestro país, que funcionaban como protectorados de facto.

La Gran Guerra es el resultado de ideas exacerbadas, resultado de la visión de una élite político-social europea que generó las “tempestades de acero” sin compresión alguna del resultado que tendría en la historia, invirtiendo en la guerra y no en la paz.

A 100 años, el Papa Francisco y otras personalidades relevantes, nos hacen el llamado contrario, a trabajar por la paz de la humanidad y evitar otra Gran Guerra.