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enero 22, 2019

Neurociencia para las políticas públicas

Listín Diario / Opiniones

Autora: Margarita Cedeño de Fernández

El análisis de la conducta humana desde la neurociencia y las ciencias del comportamiento, son una interesante oportunidad para mejorar la vida de los ciudadanos, mediante la aplicación del conocimiento científico a las políticas públicas, y en especial, a las políticas sociales.

Facundo Manes, destacado neurocientista que visitó nuestro país en días pasados, ha podido identificar un amplio conjunto de medidas adoptadas por Gobiernos en todo el mundo, que han aprovechado la neurociencia para solucionar problemas como el ausentismo escolar, la disminución en las horas de lectura, el control del gasto energético, y en general, la reducción de la pobreza y la desigualdad social.

El estudio del cerebro ha sido determinante en el análisis de la infancia y la vejez, puesto que ambos son momentos clave de la vida humana. En el primero se genera el desarrollo de la corteza cerebral, en especial el aprendizaje y la plasticidad, el manejo de las emociones y la adquisición del lenguaje y la lectoescritura.

En el segundo, nos convertimos en víctimas más propensas a las enfermedades de la mente, como el Alzheimer. En 30 años, nuestra región tendrá un alto nivel de enfermedades de la mente, una realidad que será costosa a nivel individual y colectivo. El llamado de los neurocientistas es hacia la promoción de estilos de vida que generen un balance entre una dieta sana, ejercicio físico y contacto social.

Las enfermedades del cerebro son hoy en día la principal causa de incapacidad en el mundo, lo que genera un impacto económico y social de dimensiones aún subestimadas.

El conocimiento científico tiene sentido y utilidad cuando genera un impacto positivo en la sociedad. Por ello, debemos apostar a que la neurociencia sirva a la concepción y el desarrollo de las políticas públicas. Como dice Manes, «muchas veces las buenas intenciones, y las buenas políticas, fallan porque no se tiene en cuenta cómo las personas toman decisiones en su vida cotidiana», una carencia que puede ser suplida al integrar la neurociencia en el proceso de concepción de las políticas públicas.

Más allá de las capacidades técnicas, el diseño y la implementación de las políticas deben estar orientadas también por un conocimiento que comprenda cómo las personas piensan, cómo se comportan y cómo actúan en la realidad.

Un área específica donde podemos aplicar este enfoque es en el combate a la violencia contra la mujer. Muchas de las decisiones que tomamos cotidianamente son automáticas o intuitivas, es decir, no tienen detrás un proceso largo de deliberación y consideración de todas las ventajas y desventajas posibles. Debido a esto, debemos aplicar la neurociencia a esta situación social y generar una «arquitectura de alternativas» para promover decisiones distintas, aplicando los conceptos de Richard Thaler, premio Nobel de economía del 2017.

La neurociencia y las ciencias del comportamiento pueden asistir ampliamente al diseño de políticas públicas. Hoy en día, un amplio número de países implementan principios de las ciencias de la conducta y la neurociencia que pueden ser replicados en países como el nuestro.